Nacido en Ajaccio, Francia, su figura emergió durante la Revolución Francesa, y con el paso de los años se agigantó hasta convertirse en uno de los símbolos imperialistas más relevantes de toda Europa.
Primero como cónsul y luego como emperador, dominó su país y lo embarcó en un espiral expansionista: las Guerras Napoleónicas. Más allá del ámbito militar, donde destacó como estratega, promovió el Código Napoleónico, uno de los códigos civiles más célebres que contribuyó a la estabilidad política de Francia.
Este texto legal establecía la meritocracia en el funcionariado y abogaba por la libertad religiosa. Su muerte aún está rodeada de misterio, ya que el supuesto cáncer de estómago que acabó con su vida pudo ser, en realidad, envenenamiento por arsénico.